Hambre de oro

Las ‘chicas de oro’  de la gimnasia rítmica española, Alejandra Quereda, Sandra Aguilar, Lourdes Mohedano, Artemi Gavezou-Castro y Elena López, confían en que sus medallas en el Mundial les allanen el camino para lograr más podios en 2014.
I. M.

“El dolor es temporal, la satisfacción es para siempre”. Ese es el grito de guerra de las denominadas “chicas de oro” de la gimnasia rítmica española. Alejandra Quereda, Sandra Aguilar, Lourdes Mohedano, Artemi Gavezou-Castro y Elena López obtuvieron a principios de septiembre las primeras medallas de un equipo español en un mundial desde 1998 y tienen hambre de más.

Todas ellas recuerdan este campeonato como uno de los mejores momentos de su carrera. A pesar de la decepción que supuso el cuarto puesto en el concurso completo, al día siguiente se llevaron el oro en mazas y el bronce en 3 pelotas y dos cintas.

“Nuestro objetivo era realizar los dos ejercicios perfectos, independientemente de la nota que más tarde nos pusieran las jueces. Creíamos en nosotras y sabíamos que podíamos hacerlo, ya que detrás llevábamos muchas horas de trabajo. Y así fue, el día de las finales, a pesar de abrir la competición, salimos a morir, a demostrar a todo el mundo que nosotras también podíamos estar en lo más alto del podio”, comenta la madrileña Sandra Aguilar, que estudia INEF en Madrid.

La capitana del equipo, Alejandra Quereda, admite que luchaban por una medalla pero que el oro no lo esperaban. “No contábamos con ello y no porque no lo mereciéramos, sino porque la gimnasia, a parte de los fallos, cuenta con una parte muy subjetiva que son los jueces y a veces cuesta que te valoren cuando hay equipos que tienen más tradición, muchos años seguidos subiendo al podio”, señala esta alicantina de 21 años.

Ella confía en que, a partir de estas medallas, los jueces las tengan más en cuenta y lleguen más triunfos, por ejemplo, en el Europeo que se celebrará en Azerbaijan el próximo junio o en el Mundial en Turquía a mediados de septiembre.

Sin apenas haber celebrado su gran logro y tras unas semanas de descanso, en las que la mayoría han tenido que hacer frente a exámenes, han vuelto a los entrenamientos, aunque no será hasta primavera cuando iniciarán la etapa más dura.

“Después de tanta emoción, vuelves a la rutina con ganas de más, a pesar de que los primeros días siempre cuestan, pero es normal”, comenta Aguilar, quien afirma que en las competiciones lo mejor es salir “pensando que es hacer una vez más cada cosa, como en un entrenamiento”.

Así, asegura que dentro del grupo en cada situación es una diferente la que “tira del resto, en eso consisten las disciplinas de equipo”. “Realmente, cuando compites, la gimnasia te mete en un mundo paralelo, estés bien, mal, con problemas o sin ellos, tienes que salir a dar el máximo, ir a por lo que llevas luchando tantos años”, añade Quereda. Como suele ser habitual en este deporte, comenzó en la gimnasia siendo pequeña “pero nunca con la mentalidad de llegar tan alto, era un hobby”.

Ahora que ha llegado a la élite mundial, ya vislumbra cómo podría ser su futuro fuera del tapiz. “El trabajo de entrenador es muy sacrificado, requiere muchas horas de dedicación y por mis estudios (estudia Medicina en la Universidad Complutense de Madrid) no voy a disponer de ese tiempo, así que la manera de seguir vinculada pero no estar tantas horas sería hacerme juez de competición”, explica.

Hasta que llegue ese momento, la ex gimnasta Sara Bayón tiene la responsabilidad de entrenar a estas deportistas para que sigan sumando victorias por delante de las superpotencias, Italia, Bielorrusia y Rusia. Curiosamente, según Quereda, son las gimnastas rusas con las que mejor se llevan, a pesar de las dificultades para entenderse. “Son muy simpáticas y siempre nos apoyamos mucho”, recalca.




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