14 de mayo de 1900, España comienza su andadura olímpica

Mauricio Álvarez de las Asturias. Fuente: Fundación Andalucía Olímpica

Mauricio Álvarez de las Asturias. Fuente: Fundación Andalucía Olímpica

El español Mauricio Álvarez de las Asturias compitió en la prueba olímpica de florete individual en París 1900, hito que se convirtió en el estreno de España en los Juegos. Este protagonista ha estado oculto en el Olimpismo español hasta hace poco tiempo.

Laura Pérez Torres

Laura Pérez Torres

@lauraescreativa
14 de mayo de 2020, 18:00

La historia del Olimpismo en España arranca su primer capítulo con un nombre propio, Mauricio Álvarez de las Asturias, a pesar de estar hasta hace relativamente poco tiempo oculto, desenterrado por Fernando Arrechea, doctor en Ciencias del Deporte, y uno de los principales historiadores deportivos españoles. Y es que el 14 de mayo de 1900, «en el marco de los Concursos Internacionales de Ejercicios Físicos y Deportes de París -luego considerados Juegos de la II Olimpiada-, un español compitió por vez primera en una prueba olímpica y aquel español no fue otro que el jerezano. Por tanto, su debut en florete individual para amateurs significó el principio de la historia olímpica española», tal y como ha informado la Fundación Andalucía Olímpica (FAO) en un comunicado.

Mauricio Álvarez, duque de Gor, fue el primer español olímpico de la Era Moderna tras la reorganización que el Comité Olímpico Internacional efectuó en 2004 de las pruebas deportivas celebradas dentro de la Exposición Universal de París 1900. Precisamente, entre las causas de este desconocimiento histórico y los nombres erróneos achacados a los primeros medallista españoles, Fernando Arrechea ha explicado que «en 1900 no se celebraron los JJOO previstos, fueron absorbidos por los Concursos de la Exposición Universal, con pruebas para amateurs y para profesionales, para menores y para todo tipo de colectivos. Para Coubertin fue un gran problema gestionar ese fracaso y lo hizo con su habilidad habitual, afirmando a posteriori que los JJOO se habían celebrado, aunque sin aclarar a que pruebas o concursos de 1900 consideraba ‘olímpicos’ y a cuales no».

En este sentido, el historiador ha detallado que «el COI siempre manejó el tema con ambigüedad, y cada país escribió la historia de 1900 como quiso. Nada se aclaró hasta que Bill Mallon hizo un estudio serio aclarando, bajo cuatro preceptos (ser pruebas amateurs, internacionales, sin límites de edad o profesión y sin hándicap), cuales habían sido las pruebas olímpicas de 1900. El COI aceptó en 2004 este informe y desde entonces se creyó que la primera medalla española fue la de pelota vasca (cesta punta, amateurs) ganada por Villota y Amézola. La investigación sobre la identidad completa de estos pelotaris la efectué después, lo publiqué en mi libro ‘1900. La Primera Aventura Olímpica Española«.   

Nacido en Jerez de la Frontera el 4 de noviembre de 1864 en el seno de una de las familias más relevantes de la época, «el duque de Gor fue en su juventud todo un ‘sportmen’, practicaba esgrima, caza e hípica, siendo además aficionado a las carreras de galgos y los torneos medievales», ha detallado José Manuel Rodríguez, periodista deportivo y autor del libro ‘341 historias de grandeza: deportistas olímpicos y paralímpicos andaluces’, quien ha subrayado que «los concursos de París 1900 captaron el interés de Álvarez, quien fue uno de los 59.000 participantes procedentes de más de 30 países que acudieron a la capital francesa, inscribiéndose en esgrima y acudiendo de forma independiente y aventurera, ya que no había equipo nacional y no existía el Comité Olímpico Español».

Para aclarar este hecho, Fernando Arrechea ha destacado que «las fuentes de 1900 son el libro oficial de los Concursos y la prensa de la época. También algunos familiares de aquellos pioneros colaboraron, siendo un trabajo complejo» que reflejó que el primer envite para el jerezano fue la prueba de florete individual para aficionados el 14 de mayo en el Gran Salón de Fiestas de la Exposición. «El concurso comprendió una fase eliminatoria y una fase definitiva, a las que accedían los 16 mejores tiradores por valoración del jurado al término de los asaltos, «teniendo en cuenta aspectos como la indumentaria de los contendientes o el número y la calidad de tocados dados y recibidos», ha apuntado José Manuel Rodríguez.

El duque de Gor, muy relacionado con Granada, participó en espada y sable para aficionados, ocupando en esta última prueba la 15.ª posición y correspondiéndole una medalla de plata. Como ha informado el periodista deportivo, «aunque las medallas en su concepto actual no existieron en estos Juegos, en esta prueba de sable, en ausencia de premios en metálico -prohibidos para las pruebas amateurs (y olímpicas)- se entregaron medallas de oro a los 8 primeros, medallas de plata a los 8 siguientes y medallas de bronce al resto de clasificados».

Según Arrechea, «Coubertin defendía el amateurismo en el deporte, eso lo convertía en un hobby para élites económicas. Las clases trabajadoras no tenían tiempo de ocio para dedicarse al ‘sport’. Curiosamente, era en esgrima en el único deporte en el que Coubertin hacia una excepción, ya que permitía a los profesores de esgrima competir como amateurs».

«El debate del amateurismo era muy elitista e injusto, con la llegada de los países comunistas al deporte internacional quedó más evidente lo absurdo de la norma. Los soviéticos o alemanes del este eran deportistas profesionales de facto, pero ‘de iure’ -de derecho- eran amateurs porque se suponía que eran policías o militares (aunque muchos nunca se habían puesto el uniforme). Sin embargo los deportistas de países capitalistas no podían ni llevar una bolsa de mano con el logo de una compañía aérea o similar, se las tiraban», ha apostillado el historiador, que ha recordado que «Samaranch acabó con este debate del siglo XIX admitiendo a todos en los JJOO, jugadores de baloncesto de la NBA incluidos».

Por su parte, Rodríguez ha resaltado la forma en la que Mauricio Álvarez de las Asturias falleció a los 65 años el 24 de febrero de 1930, en Madrid: «Sobre las siete de tarde luego de un acontecimiento doblemente funesto. En la madrileña Calle Barquillo atropelló a un viandante, quien, tras ser trasladado por el propio duque en su vehículo a la casa de socorro del distrito del Hospicio, falleció a los diez minutos del ingreso. Relatan las crónicas de sucesos de aquel día que el duque, indispuesto tras el accidente, quedó tan impresionado al conocer la muerte del peatón que vio agravada su situación física y, a los pocos minutos, murió víctima de una hemorragia cerebral».

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