Ricardo Ten, el eterno nadador sin límites

El nadador valenciano, 6 veces medallista en los Juegos Paralímpicos, durante una competición. Fuente: CPE

El nadador valenciano, 6 veces medallista en los Juegos Paralímpicos, durante una competición. Fuente: CPE

A sus 40 años, el deportista valenciano quiere ponerle el broche a su brillante carrera en la piscina participando en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro.

Jesús Ortiz García

Jesús Ortiz García

@JesusOrtizAD
22 de Abril de 2016, 11:54

Un cable de alta tensión cambió su vida cuando jugaba con su primo en la terraza de una casa de campo. Lo rozó con un palo de metal y sufrió una descarga eléctrica, tenía el 75% de su cuerpo quemado y le amputaron los dos brazos y una pierna. Ricardo Ten apenas tenía 8 años y tuvo que empezar de nuevo. La natación ha sido el cimiento sobre la que ha construido una excelsa carrera: 12 veces campeón de Europa, 7 del mundo, 3 oros paralímpicos y plusmarquista mundial en 100 metros braza. Con constancia, sacrificio, ganas de superación y mentalidad positiva, ningún obstáculo ha frenado a este deportista sin límites.

Ricardo Ten con el oro en Pekín 2008. Fuente: CPE

Ricardo Ten con el oro en Pekín 2008. Fuente: CPE

Un par de meses después de su salida del hospital derribó la primera barrera cuando montó en una bici que su padre y su hermano le adaptaron. «En ese momento sabía que podía alcanzar cualquier reto que me propusiera y siempre afrontándolos de manera positiva», cuenta. En el colegio aprendió a escribir con la boca y jugaba al tenis de mesa o al fútbol, como un niño más. «Era muy competitivo y capaz de ganarle a mis amigos. El deporte me ayudó mucho, mi familia y mis compañeros no me trataban de manera especial ni diferente», asegura.

Con 16 años vio una noticia en prensa sobre una nadadora discapacitada que entrenaba cerca de su casa. «No tenía ni idea de que existía el deporte adaptado y cuando lo vi me interesé por la natación, allí me planté sin pensarlo», relata. En la piscina comenzó a forjar su leyenda y los resultados no tardaron en llegar: ha participado en 4 Juegos Paralímpicos consecutivos (Atlanta, Sidney, Pekín y Londres) con 3 oros, una plata y 2 bronces. Más de 40 medallas en campeonatos internacionales y 5 récords del mundo.

«Mi mejor recuerdo deportivo es el oro de Sidney 2000, en los 4 años de preparación estaba obsesionado con lograr esa medalla. Además, lo viví con Sonia -también fue nadadora-, mi mujer y madre de mis dos hijos. Fue inolvidable», recalca. El valenciano sabe que su despedida de la alta competición se acerca y quiere ponerle el broche en Río de Janeiro. «Estoy muy ilusionado porque serán mis últimos Juegos, llevo en la élite 20 años. Sé que mi carrera va en declive y hay que dejar paso a los más jóvenes. Los problemas físicos aparecen más a menudo y uno se plantea la retirada, pero mientras llega, lo daré todo en la piscina», sostiene. Eso sí, matiza que no dejará el deporte: «Ya estoy haciendo algunas pruebas de triatlón, me gustaría hacer alguna travesía larga y disfrutar de otros deportes».

En busca del billete a Río

Para acudir a la ciudad brasileña necesita el billete, que puede lograrlo en el Europeo de Portugal. «A principios de año tuve una lesión de cadera que me ha dado dolores de cabeza, pero ya la dejé atrás, estoy entrenando bien y con muchas ganas de que llegue el campeonato para conseguir la mínima A que nos asegure estar en Río. En Funchal vamos a tener un test muy serio porque además de ser Europeo también es un Open y voy a coincidir con mis rivales directos. Estará el brasileño Daniel Días, premio Laureus al mejor deportista paralímpico, el griego Antonios Psapatakis y el colombiano Moisés Fuentes, contrincantes duros», explica.

Ricardo Ten en una competición.

Ricardo Ten en una competición.

Una misión difícil pero no imposible para Ricardo, que ha demostrado que se mueve como pez en el agua en cualquier situación, no hay reto que se le resista. Es capaz de todo, como nadar entre tiburones, montar en un Fórmula 1, esquiar, saltar en paracaídas o conducir desde hace 20 años. «Dos veces me lo denegaron porque no me veían apto, pero sabía que podía porque había hecho prácticas con unos amigos. Y como soy testarudo, no paré hasta que me lo saqué», recuerda.

«La actitud es siempre la que marca la diferencia y, sobre todo, en momentos difíciles. Cuando estás pasando por una situación de crisis, el primero que debe reaccionar es uno mismo viendo las cosas de forma positiva, buscar la solución al problema», insiste. Todo se lo debe a como le han educado sus padres: «No ayudamos a los niños discapacitados con la sobreprotección. Mis padres me enseñaron a ser autónomo, que hiciera todo lo que estuviera a mi alcance. Pese a mis condiciones, nunca me libré de las tareas de casa».

Su historia y anécdotas las cuenta en colegios, institutos, universidades y empresas como parte del proyecto DI-CAPACIDAD de la Fundación Levante UD y de Trainers Paralímpicos en conferencias de motivación. «Algunos pueden pensar que no puedo hacer casi nada y trato de mostrarles lo que soy capaz de hacer. A los jóvenes intento transmitirles el mensaje de que para lograr cosas hay que esforzarse al máximo, tener confianza en uno mismo y en lo que estás haciendo. Aunque vean algo muy cuesta arriba, no hay que rendirse nunca». Palabra de un ejemplo de superación, de un nadador eterno, de un maestro de la vida.

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